Siendo coherentes y realistas podemos decir con certeza que todos los días de nuestras vidas somos enfrentados a diferentes tentaciones, pero esta vez no estoy hablando de tentaciones a pecar con murmuración, exageración, ni siquiera mentira. Vamos a hablar de sexo, ¡pero no voy a hablar de sexo puntualmente sino de abstinencia, pureza y santidad!
El mundo nos ha dicho un millón de mentiras que hemos creído a lo largo de los años, incluso como cristianos; ¿vemos algunas de ellas?:
1 – Los cristianos no tienen luchas sexuales.
2 – Antes de casarte, tienes que probar tener sexo con tu pareja.
3 – Nadie puede llegar puro al matrimonio.
4 – Los límites no son necesarios cuando eres soltero.
¡Podría seguir con la lista! pero está bien detenernos en estos 4 puntos importantes.
Recuerdo varias ocasiones – pero una en particular – cuando me encontraba almorzando con unos compañeros de la oficina y afirmaron abiertamente algo como: «¡obviamente tú tienes sexo con tus novios!». Es algo normal en el mundo, es lo más lógico que se espera de las relaciones, pero no es así para nosotros.
Mentira #1: Los cristianos no tienen luchas sexuales
¡Esto es falso! cada uno de nosotros sabe lo extremadamente difícil que es mantener un noviazgo puro delante del Señor y para eso es necesario que una pareja tenga claros esos límites que va a mantener, que los dos estén de acuerdo con hacerlo y que entreguen todas sus luchas y pensamientos delante de Dios. Eso no es magia, es pura y física convicción y dependencia de Dios. Pureza no es no completar la acción sexual porque en definitiva no debemos sentirnos orgullosos de no caer pero andar en el límite, pero en realidad, pureza es lo que hemos recibido a través de Cristo quien nos limpia de nuestro pecado y es la voluntad de Dios que vivamos en santidad, lo vamos a ver en 1 Tesalonicenses 4:3-8
«Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual» (vs. 3)
Mentira #2: Antes de casarte, tienes que probar tener sexo con tu pareja
La pureza no es definida por la ausencia de una acción sino por lo que hay en nuestros corazones, entonces no se trata únicamente de no tener sexo antes del matrimonio, sino de que el Señor nos ha llamado a que cada uno de nosotros tenga dominio propio (esto incluye pensamientos, conversaciones, acciones); John Piper lo dice así:
«El deseo sexual de por sí es bueno. Dios lo creó al principio de todo. Tiene su lugar adecuado. Pero fue creado para ser gobernado, o regulado, o guiado, por dos cuestiones: el honor hacia la otra persona y la santidad hacia Dios. La lujuria es en lo que se convierte el deseo sexual cuando ese honor y esa santidad están ausentes«.
y Pablo lo explica de una manera todavía más clara:
«…que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor
no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios» (vs. 4-5)
Debemos abstenernos de la impureza sexual. Preguntémonos qué estamos permitiendo: canciones, series con algún contenido sexual, incluso la idealización del romance que puede llevarnos a pecar. Abstenernos va a ayudarnos a controlar nuestro propio cuerpo, recuerda que algo solo crece cuando se alimenta, entonces ¡alimenta tu espíritu! edifícate con la Palabra, escucha canciones que traigan honra a tu cuerpo y a la forma en como ves a los demás, abstente de negociar con películas que muestren escenas de sexo, como dice el Salmo 101: 3: «No pondré cosa indigna delante de mis ojos«.
Mentira #3: Nadie puede llegar puro al matrimonio
Algo que debes recordar siempre es que vas a casarte con un pecador como tú. Son dos personas imperfectas, con luchas, con pecados, pero también con convicciones. Si estás buscando a alguien perfecto no lo vas a encontrar, pero si estás buscando a alguien que se esfuerce cada día por vivir en santidad y lo encontraste, ¡ganaste un hermoso regalo!
Una de las cosas que es imposible negociar es decirle «sí» a una persona que no se esfuerce por mantenerse pura:
«…y que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes os lo dijimos y advertimos solemnemente«. (vs 6)
Somos llamados a honrar a los demás, a ayudarlos en su pureza. Nosotros sabemos bien las cosas que atraen a otros, pero si eres una persona que ha decidido vivir en santidad, sabrás exactamente la forma en la que debes tratarlos: como hermanos.
Una vez aprendí que en la Biblia solo hay 3 tipos de relaciones con los hombres: o es tu esposo, o es tu papá o es tu hermano. No existe tal cosa como un «amigovio» avalada por el Señor ni un «ahí vemos»; si vamos a llevar una relación a otro nivel con un hermano debemos asegurarnos de que sea alguien con quien queremos casarnos. Es cierto que en el noviazgo debemos conocernos para avanzar a otro nivel al compartir más con nuestra pareja, pero en definitiva hay que admitir que hay muchas señales que decían «no» y caminamos directo a una decisión errada.
No debes tener una relación porque te sientas solo, ni mientras llega la persona indicada, ¡no! espera fielmente en el Señor, prepárate, crece, aprende, madura en tu fe, madura en tus acciones, trabaja, estudia, ¡hay tantas cosas por hacer! pero eso sí: nunca negocies ningún principio que desagrade al Señor.
Mentira #4: Los límites no son necesarios cuando eres soltero
«Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación. Por consiguiente, el que rechaza esto no rechaza a hombre, sino al Dios que os da su Espíritu Santo» (vs 7-8)
Nota bien que allí no dice que el Señor llamó a los casados únicamente a santificación, sino que nos ha llamado («nos», en plural) a todos a santificación. Los límites no son innecesarios cuando eres soltero, ¡de hecho es el momento en donde debes estar más alerta! Nuestra motivación para la fidelidad no es ser fieles a una persona sino ser fieles al Señor, ser fieles aún cuando no hay una persona a quien le debemos eso.
Si nos guiamos por ese tipo de fidelidad circunstancial, en el momento en el que estemos mal con nuestra pareja va a ser más difícil mantenernos porque no tendremos una razón ni una motivación real. No somos fieles por lo que sentimos sino porque queremos agradar al Señor; es allí, donde nadie nos ve, cuando nuestra fidelidad es probada.
No es proponerte únicamente a no tener sexo, a no masturbarte, a no ver pornografía, incluso a no hacerte ilusiones con películas románticas, sino abstenerte de cualquier cosa que te exponga a una vida inmoral que te contamine y te incite al pecado. ¡Ya sé que no tenemos la fuerza suficiente para lograrlo! pero quiero que sepas que Aquel que nos ha llamado a la santidad, es todo lo que necesitamos y Aquel que ha prometido terminar la buena obra que ha empezado en nosotros, la terminará. Él es la fuente de todo para agradar a Dios en verdad.
Recuerda que el dominio propio es uno de los frutos del Espíritu Santo, entonces debemos ser llenos de Él, ¿qué significa ser llenos? significa estar satisfechos en Él, significa poder mirarlo a Él y saciarnos de manera que saquemos fuera toda mundanalidad de nuestras vidas. Él va a santificarnos, Él lo prometió y Él lo va a hacer.
¿Y si ya pecaste? Jesucristo murió en la cruz para pagar por tu pecado y restaurar tu relación con Dios. Recibe el regalo inmerecido de la gracia arrepintiéndote por tu pecado, y arrepentirte significa darle la espalda a ese pecado y empezar a caminar hacia el lado contrario.
No soy experta en relaciones, no soy sexóloga, no soy psicóloga ni soy una mujer casada, pero soy mujer y soy pecadora como cada ser humano, y soy cristiana -con tentaciones cada día-, pero tengo convicciones arraigadas por las que he luchado durante años contra la idea de tener sexo antes del matrimonio y luchar por la pureza. Creo en el sexo como un regalo de Dios únicamente para disfrutar dentro del matrimonio y me mantendré en eso de manera firme; aunque el mundo trate de distorsionarlo, el diseño de Dios prevalece. ¿Y tú?